Nataly James y Los Cuatro Elementos ~ Capitulo 1

Capítulo 1: “Una nueva y ‘buena’ noticia”

Cinco años después. . .

Mi confiable y astuto despertador me libró rápidamente de otra pesadilla antes de que pudiera gritar. Descuida, Nataly. Sólo era un sueño. Me lo repetí, aunque no era exactamente un “sueño”. Era todo lo contrario. Era como estar de nuevo en el infierno que sufrí esa noche. La escena de aquel horrible accidente me seguía atormentando como si hubiera sido tan solo ayer. Solía tener a seguido pesadillas reviviendo ese desastre, pero no tan de seguido como cuando llegué. Todavía me dolía mucho pensarlo, así que una pesadilla me ponía peor. 
Estaba con toda la frente llena de sudor. Todavía temblaba un poco, pero dejé de hacerlo cuando por fin logré calmarme. Miré a mí alrededor para distraerme un poco. En esa habitación crecí durante unos 5 años de mi vida. No era muy grande, pero era acogedora. Las paredes color crema intenso, el piso de un blanco brillante, la ventana por la cuál siempre miraba al patio, mirando todo lo  que sucedía a mi alrededor, con unas cortinas marrones encantadoras. Era un lugar perfecto, creo que más lindo que mi habitación de mi antigua casa.
 
Desvié inconscientemente mi mirada a mi fea cicatriz larga que recorría parte de mi brazo derecho, y se notaba ya que era una especie de despareja línea rosada fuerte sobre piel semi-pálida. Era un desperfecto de una chica igual de desperfecta. Luego, por alguna razón, automáticamente miré a una fina cadena de plata que se encontraba recorriendo mi cuello. Alcé con la mano el dije para verlo mejor. Esa medialuna plateada que todavía brillaba desde el día en que descubrí para que funcionaba. . .

-Flashback-

Me encontraba sentada debajo de un roble alto a lo último del gran patio del orfanato, había pasado una semana desde que había llegado ahí. Todavía estaba muy dolida por el accidente. Claro, me había hecho un par de amigas que me ofrecían su apoyo, y en realidad lo valoraba, pero yo lloraba la mayoría del tiempo que me hallaba sola, y lo estaba haciendo en ese momento. Creí que nadie estaba escuchando los sonidos de mi tristeza, pero no era así.

De repente, un destello anaranjado que provenía de mi collar, empezó a llamarme la atención. Ya que, no estaba atardeciendo, ni mucho menos estaban alumbrándome con una luz naranja. Miré hacía la insignia lunar y realmente estaba brillando por su cuenta. Empecé a asustarme. Del naranja empezó a brillar en tono verde limpio y claro, luego paso al celeste brillante y por ultimo deslumbró un limpio y muy brillante tono blanco.

Estaba por sacármelo, ya que me daba un poco de miedo, pero me tenía hipnotizada esos colores tan bonitos y atrayentes.  De repente, una figura humana apareció frente a mí. Alcé mi mirada y un chico, de aproximadamente 25 años, me miró con expresión amigable. Tenía algunos mechones castaños apenas tocando sus hombros, sus ojos increíblemente celestes me miraron de arriba a abajo. Sentí la necesidad de pararme para que el sujeto me viera mejor, y como si él hubiera leído mi mente, extendió más todavía su mano hacia mí.

La acepté pensando en cuál serían las consecuencias.

-Fin del Flashback-

Al final todo había salido bien, aunque al principio pensé que él tendría malas intenciones conmigo. Pero en realidad Michael terminó siendo mi mejor amigo.
Dedicó cada segundo de su tiempo libre para poder enseñarme, con mucha paciencia, los poderes que yo podía desarrollar. Todo esto me hizo recordar a una frase que vagamente recuerdo de una revista que leí: “Tal vez no puedas disfrutar algo que esperas porque como recompensa tendrás algo mejor.”  Me puse a pensar si Michael pensaba eso, tal vez sí.

Estuve tan absorbida en mis propios y profundos pensamientos que casi no me di cuenta que estaban llamando a mi puerta. Traté de levantarme no muy rápido para no estrellarme contra el piso (como una vez me paso), me puse mi bata, que estaba sobre el respaldo de mi silla, me puse mis pantuflas y fui atropelladamente hacia la puerta. Evitando caerme, atajé justo a tiempo con mi mano una esquina de la pared. Abrí lentamente la puerta, para demostrar un poco de sueño, y ella me miró con una expresión animada. Sí, me refiero a una chica, o bueno,  mejor dicho una mujer de cuarenta y siete años.
Estuve medio segundo observándola por completo con en algunas ocasiones lo hacía, pero ella no tenía nada “nuevo” sobre ella. Su cascada rojiza todavía caía hasta los hombros, sus ojos seguían de color gris misterioso, aún usaba el mismo modelo de remera, jean y zapatillas. Tenía la misma estatura que yo, como había sido siempre.  Lo único nuevo en ella: la sonrisa de oreja a oreja que tenía. No era demasiado usual.

-  Hola Nataly, ¿te desperté? – dijo con su voz perlada mostrando algo de inquietud.

- No, descuida, Martha. Desperté antes. – les aseguré con un ligero demuestro de sueño– ¿Por qué tan contenta? – pregunté finalmente. La conocía, y esa sonrisa tenía algo de falsedad. Por un lado estaría feliz verdaderamente, pero sabía que algo dentro de ella estaba mal, triste o incluso destrozada.

- Oh, bueno… - se pausó por un momento – Te lo diré después de que desayunes, baja en un rato. Ya están empezando a servir. – luego de decir eso, dio media vuelta y se fue a gran velocidad hacia la gran escalera de mármol.

Okay. . . Pensé con cara extrañada. Cerré la puerta y me dirigí a mi armario. No tenía la misma energía que todos los días, la pesadilla enserio me había bajado algo el ánimo. Decidí ponerme mi ropa favorita, para comprobar si es que eso producía algún necesario cambio de humor en mí.

Remera blanca, mi  buzo gris, una pollera de jean blanca y mis zapatillas preferidas. No consistía en mucho, pero no se podía cuestionar. Era de las pocas prendas de ropa que había atesorado de mi mamá. 

Me sequé con una manga una lágrima, que rebeldemente se escapó de mi ojo tratando de que salgan todas las demás, y fui a mi baño delante del espejo. Tal vez algunos dirían que veían a Nataly, solamente Nataly. Pero yo solo veía chica de 14 años que sufrió el hecho de ser huérfana durante 5 largos y dolorosos años.
 
Decidí alejar todos los pensamientos infernales de mi mente y me concentré en mi pelo. Toda una maraña rubia estaba sobre mi cabeza, esperando que la salven de esa situación. Me cepillé como pude (porque parecía misión imposible) y salí de mi paradero para luego bajar por las escaleras. En el último peldaño, ya estaba en el comedor del lugar. 

CONTINUARÁ. . . .